Historias que son fruto de nuestra memoria, anécdotas, ocurrencias
82. La costumbre mata
Lucía se levantó aquella mañana a la misma hora que de costumbre, hizo sus rituales cotidianos y salió a trabajar. Desde hacia veinte años cuando se quedó viuda consiguió el trabajo de asistenta familiar. Después de tomar el café en el bar, entró en la casa de la señora Carmen, una anciana que vive con su marido. La señora Carmen enérgica y con un rostro descansado, le comentó entusiasta que hacia meses no dormía también como esta última noche. Lucía se dirigió a la habitación para saludar al señor Joaquín. Pero señora Carmen, el señor Joaquín está muerto! usted no se había dado cuenta? No, no lo sabia- explicó ella extrañada, por eso estuvo tan quietito toda la noche...ni ha roncado. Ay Dios mio, rompió en llanto la Señora Carmen, y ahora quién va a pegarme?
81. La propina
Don Ernesto Vendigmilia tardó muchos años en decidirse a hacer ese viaje, un buen día llenó su carriel de euros y se marchó a realizar el sueño de su vida: visitar el vaticano, cruzó el gran mar y se dirigió a su único destino en Europa, allí compró 365 llaveros del Papa Benedicto XVI, aduciendo que la fe no podía perderse ningún día del año. A su regreso estos llaveros cobraron una importancia única, cada uno se fue convirtiendo en la exclusiva propina que Don Ernesto daba en todos los comercios de la región y fue así como el rumor se divulgó. Poco a poco comenzó a recibir cartas del zapatero, el cerrajero, el guardamentiras, el tapacorrupciones, el barredor de sueños, el comodín, los chorizos y otros tantos empleados que le ofrecían sus servicios a cambio de un apreciado llavero. Cómo iban a perder esta oportunidad de tener una pieza única, traída exclusivamente del vaticano por el mismo Vendigmilia?
80. Crisis
La noche anterior habían anunciado casi cinco millones de desempleados, yo era uno de aquella lista, desmoralizado me levanté ya que no tenia más remedio que asistir a la cita en la oficina del empleo, delante de mí habían dos hombres en espera, ellos salieron, comencé a dirigirme porque ya era mi turno, antes de sentarme, la funcionaria me preguntó mi nombre. Carles – le dije- Espera un momento- Al instante trajo un spray perfumado y se dedicó a rociar la silla y todo cuanto pudo a su alrededor, rápidamente. Ante mi sorpresa me dijo- es que ésta gente apesta!- me dijo nerviosamente mientras miraba la cola de gente que crecía y seguía preguntándome información como una autónoma, sin ni siquiera mirarme, con el objetivo de rellenar unos formularios que le habían exigido según la nueva normativa.
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